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Los desastres naturales inherentes al cambio climático y episodios como el histórico apagón del pasado abril ratifican la necesidad de apostar por lo sostenible. También ... en el ámbito de la construcción, donde está resurgiendo el concepto de las casas pasivas, aparecido en Alemania durante la década de los 90.
Una casa pasiva (designada con la certificación 'PassivHaus') es aquella vivienda diseñada en pos de una eficiencia energética extrema. Tal así que permite ahorrar hasta un 75% de sus necesidades de calefacción y refrigeración, según recoge la Plataforma de Edificación PassivHaus, radicada en España: «La poca energía suplementaria que requieren estos edificios se puede cubrir con facilidad a partir de energías renovables, convirtiéndose en construcciones con un coste energético muy bajo para el propietario y el planeta».
Porque sí, las casas pasivas también buscan impactar lo mínimo posible en su entorno, motivo por el que se construyen en ubicaciones previamente estudiadas, explican desde la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU): «El diseño y materiales de toda casa pasiva se escogen para aprovechar al máximo las condiciones medioambientales circundantes (radiación solar, orientación, ventilación, humedad…)». No hablamos entonces de estilos arquitectónicos concretos, sino de optimizar los recursos disponibles a través de una serie de principios fundamentales:
1. Aislamiento térmico: Se utilizan mayores espesores de aislamiento térmico en muros, techos y suelos, lo que mitiga el frío y el calor según la época del año.
2. Ausencia de puentes térmicos: El diseño de las casas pasivas también garantiza la continuidad del aislamiento en todos los puntos de la envolvente del edificio, de forma que no existan zonas por las que pueda perderse energía (fundamentalmente las uniones entre techos, paredes y ventanas).
3. Ventanas de altas prestaciones: Constan de vidrios triples, cámaras con gases bajos en emisiones y tanto marcos como perfiles aislantes.
4. Hermeticidad: Por su naturaleza, las casas pasivas suprimen las corrientes interiores de aire y aíslan del ruido.
5. Ventilación mecánica con recuperación de calor: Este sistema permite ventilar la casa de forma continúa sin que varíe su temperatura. Al tiempo, filtra las impurezas y patógenos tanto interiores como exteriores.
En términos prácticos, las casas pasivas impiden que pasemos frío en invierno o calor en verano (sin necesidad de encender la calefacción o el aire acondicionado y con el importante ahorro en la factura eléctrica que esto conlleva); mantienen la temperatura interior estable durante todo el año, nos aíslan del ruido exterior y disfrutan de una calidad del aire superior. Todo ello mientras contribuyen a reducir las emisiones de CO² a la atmósfera.
Más allá del confort y el ahorro, la proliferación de las viviendas pasivas obedece a un endurecimiento de las normativas europeas en materia energética: desde 2018, tras la entrada en vigor de la Directriz europea 2010/21/EU, todos los edificios públicos de nueva construcción tienen que ser de consumo casi nulo o nZEB (siglas en inglés de 'Nearly Zero Energy Building'); misma condición que han de cumplir desde 2020 las viviendas particulares de nueva construcción: «La energía que requieren estas edificaciones debe provenir principalmente de fuentes renovables, producidas en el mismo edificio o en sus proximidades», concreta la OCU.
Con todo, las edificaciones nZEB implican un desembolso menor que las pasivas, las cuales impactan más positivamente en nuestra calidad de vida. ¿Hasta qué punto tiene sentido para el bolsillo decantarnos por una de estas últimas? Los expertos estiman que una casa pasiva nos costará entre un 5 y un 15% más que una convencional, pero que el ahorro energético de hasta el 75% que comentábamos nos permitirá amortizarla en un plazo de entre 8 y 12 años. Además, las tendencias del mercado y el abaratamiento de los materiales contribuirán al abaratamiento de este tipo de construcciones de aquí a unos años (en cualquier caso apoyadas por cada vez más ayudas y subvenciones públicas).
Otra opción a considerar es la de rehabilitar nuestra vivienda para amoldarla a los estándares de las casas pasivas, lo que viene regido por otra certificación ('EnerPHit'): no garantiza los mismos niveles de ahorro energético que si partimos de plano, pero saldremos beneficiados a fin de cuentas.
Según el Passive House Institute, con sede en Darmstadt (Alemania), para que una casa pueda considerarse pasiva debe cumplir estos tres requisitos:
• Un consumo energético máximo para calefacción o refrigeración de 15 kWh anuales por m².
• Un consumo energético total (electrodomésticos incluidos) inferior a 120 kWh/m² anuales.
• Una tasa de estanqueidad al aire (medida mediante el test de presurización Blower Door) inferior a 0,6 renovaciones por hora a 50 Pascales.
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