Borrar
Vista de la Torre Eiffel. I. López

La ciudad europea donde todo el mundo quiere grabarse

El vuelo directo desde Bilbao regalará escenas imposibles de olvidar

Lunes, 2 de junio 2025

Comienzo estas líneas junto a una fuente, la de los Jardines del Palacio Real. La gente descansa alrededor, sentada en sillas dispuestas para dejarse arrullar por el rumor del agua. No es un día soleado, las nubes se ciernen sobre París, pero es festivo, por eso todo el mundo ha salido a la calle. Algunos aprovechan para tomar un tentempié, otros beben café. Hay quien escribe y quien reposa la cabeza sobre el hombro del amante en la ciudad del amor. Quienes curiosean el móvil y, por supuesto, estamos los turistas dando tregua a las piernas. La estampa resulta, como mínimo, peculiar, igual que la capital francesa.

Los cafés son una de las estampas típicas de la capital francesa. I. López

En las calles de esta ciudad maravillosa aún puedes encontrar a un hombre leyendo un libro en una terraza a las nueve de la noche y, en la mesa de al lado, a una mujer leyendo un libro a las nueve de la noche. Jóvenes. Un domingo. Mientras unos pasos más adelante varios grupos cantan «Non, rien de rien. Non, je ne regrette rien», copa de vino en mano. París cubre todos los tópicos, incluido el de la boina ladeada en la cabeza, aunque a veces no se sabe si quienes la llevan son parisinas o recién llegadas que acaban de comprarla en el 'Todo a cien'. Es mi último día, vuelo directa a Bilbao a la tarde. Antes partiré hacia el Cementerio de Montmartre para ver las tumbas de Emile Zola y Stendhal. Ayer llegué a la hora en la que el guarda tocaba la campana anunciando cierre para que los muertos puedan descansar, aunque aquí ni ellos reposan. Que se lo digan a Marie Curie, a Víctor Hugo, a Voltaire... a cualquiera de los personajes ilustres que tratan de conciliar el sueño eterno en un Panteón repleto.

Vida y bullicio estallan en cualquier rincón de la ciudad. I.López

El edificio lo mandó construir Luis XV tras recuperarse de una enfermedad, el problema era que las arcas del Estado estaban vacías, así que para sufragar los gastos organizó una gran lotería real. Muy práctico. La joya arquitectónica aguarda en el barrio latino, sede de la célebre Universidad de La Sorbona. Dicen que, precisamente, el nombre le viene por los estudiantes que antaño practicaban latín en sus calles. Consejo antes de continuar: adquieran online las entradas que cuenten con ese servicio, o compren tarjetas de turismo oficiales que permiten pasar por la cola más corta (Paris Passlib, Paris Museum Pass...). La ciudad es un destino deseado que podrían llegar a odiar por culpa de laaargas filas.

A Notre Dame nunca le falta público I.López

Qué les pasa a los visitantes…

Además de muchos turistas, en París hay muchas vallas. Vallas de obras, vallas de tráfico, vallas para que no pasen los turistas. En ocasiones, estas últimas son la única forma de controlar su ansia invasora. Algunos parecen haber olvidado las reglas básicas de civismo, aspectos obvios como no tocar el pompis a la Venus de Milo en el Louvre, no comer patatas fritas dentro de Notre Dame, no meter la cabeza entre las barras de la Torre Eiffel. Lo de los selfis a varios metros de La Gioconda, con dieciocho filas de cabezas detrás y el cuadro imposible de ver al fondo, mejor lo dejamos para un reportaje psicológico en profundidad.

Un artista pinta en la calle. I.López

Vivimos en un mundo raro en el que pocos van a ver a la dama de la curiosa sonrisa para observar sus facciones, la mayoría acuden para subir la foto a redes porque, de lo contrario, no han estado allí. Priorizan ese tumultuoso instante a contemplar en el museo maravillas como los muros del Palacio de Nabucodonosor II de Babilonia, relieves monumentales del asirio Palacio de Sargón II en Khorsabad o la escultura de 'El Escriba sentado' del Antiguo Egipto. Obras maestras de la pintura como 'Las bodas de Caná' de Paolo Veronese o 'La libertad guiando al pueblo' de Eugène Delacroix (el de «sacando un pecho fuera al puro estilo Delacroix» de Rigoberta Bandini, sí, por si alguien no se ubica).

Panorámica desde el segundo piso de la Torre Eiffel I López

Entiéndanme, todos nos hemos dejado llevar alguna vez por la euforia fotográfica, pero algunos parecen vivir en un estadio instagrameable permanente. Están tan preocupados por la imagen digital que no ven la real. Vistas inolvidables como la del gigante amasijo de hierro creado para la Exposición Universal de 1889 y convertido en símbolo de la ciudad, aunque cuando lo levantaron los habitantes no lo tuvieran en buena estima y artistas, escritores y vecinos ilustres publicaran una carta en contra. Dicen que Hitler quiso coronarlo para plantar la esvástica en el tercer piso, pero un patriota cortó los cables del ascensor, y a ver quién es el atleta que sube los 1.665 escalones a pie. El del bigotillo no lo hizo, aunque debió mandar a alguien porque la bandera acabó en la cumbre unos segundos, hasta que el viento la arrancó de cuajo.

Vendedores de libros y láminas se acumulan en las orillas del Sena I. López

Pero hablábamos de observar, y si el observador decide detenerse unos segundos en Trocadero, tras sacar la típica fotografía, verá escenas curiosas. Una chica celebrando sus 15 años adornada de tules y brillos (cero capacidad deductiva, lleva globos con el número), que después de inmortalizar su imagen se cambia allí mismo el traje hortera y se enfunda de cuero negro. Una madre vestida igual que la hija, aunque el traje sea más apropiado para la hija que para la madre. Una cola incomprensiblemente inmensa (otra), para retratarse con los aros olímpicos y la Torre Eiffel detrás. Bodas chinas. Bodas musulmanas. Bodas católicas.

Todo el mundo busca la mejor foto ante la Torre Eiffel I. López

Tres amigas han decidido llevar gabardina a juego, muy parisino, seguro que luego pasan por el 'Todo a cien' a por la boina (ninguna deducción nuevamente, hablan español). Tienen entrada hasta el segundo piso de la torre, desde donde las vistas son magníficas. Seguro que el selfi les queda de cine, aunque apenas se vislumbren las gabardinas (si llevaran gorra...). No las veo en el Museo Rodin, aunque a 'El Pensador' le sobra público. De haber entrado, habrían conocido a Camille Claudel, musa y amante del escultor. Y la curiosidad por su obra 'La edad madura' tal vez les habría llevado a investigar el triste fin de otra artista que, muchos creen, superó al maestro, quien se desentendió de ella cuando la encerraron por loca (pasó a muchas a lo largo de los siglos).

En París también cabe el arte alternativo. I. López

Tampoco está el trío en la reabierta Catedral de Notre Dame. En realidad, si lo estuvieran no podría verlas, es tal el gentío que sería como encontrar a Wally en una de sus láminas. El templo recibe 12 millones de visitas al año. Lógico. Quién no querría conocer este tesoro gótico donde coronaron a Napoleón y beatificaron a Juana de Arco. Parte del conjunto declarado Patrimonio de la Humanidad. O imaginar al Quasimodo de Victor Hugo loco de amor (como Claudel), por su gitana, saltando de gárgola en gárgola. A la que sí veo es a una chica con tiras de colores, salta moviéndolas mientras un amigo graba.

Un grupo pasa por delante del edificio de Louis Vuitton con forma de baúl I.López

¿Me grabas?

Aquí todo el mundo lo hace, grabar. Graban los artistas y graban las influencers. Graban las modelos y graban los lerderas. Estos últimos graban los que más, mientras se agrava entre los congregados el estrés por culpa de los que graban. Los he visto colocar el trípode en pleno Campos Elíseos, frente al edificio con forma de baúl de Louis Vuitton, que curioso es, nadie lo niega, ¿pero no habrá mejor lugar para filmarse? Un poco más arriba por ejemplo, en el Arco del Triunfo. Treinta años tardaron en levantarlo (seguro que el de la firma de moda llevó menos), tantos que ni Napoleón Bonaparte, que lo encargó en 1806 para conmemorar la victoria en Austerlitz, ni su arquitecto, Jean Francois Chalgrin, lo vieron terminado. Allí, cada día a las 18:30 horas se enciende la llama en honor al Soldado Desconocido que yace bajo el monumento. ¿Sabían que el 2 de agosto de 1919 Charles Godefroy atravesó volando en su biplano la abertura como homenaje a los pilotos de la Primera Guerra Mundial? Eso sí merecería una cámara. O delante del Musée D'Orsey, edificio espectacular que alberga obras impresionistas de Monet, Manet o Renoir, antigua estación, de ahí que la fachada luzca dos enormes relojes –no perdieran el tren los pasajeros–, y nombres de varios destinos.

El Museo d'Orsay fue antes una estación de tren I. López

Entiéndanme, cada cual que haga lo que quiera (salvo tocar las nalgas a La Venus de Milo), pero es que París tiene tanto arte y tanta cultura. Goza de edificios tan excelentes que mejor apartar la vista un poco del móvil y dedicarse a mirar a los lados, a abajo y a arriba, porque en cualquier rincón encontrará el paseante un detalle digno de oda, una escultura, un busto, un balcón, una buhardilla, un 'je ne sais quoi' tan inequívocamente parisino. Una sede de la Asamblea Nacional, antiguo Palacio Borbón con cotilleo incluido, pues la duquesa Louise-Françoise de Bourbon, hija de la amante de Luis XIV, ordenó construirlo para demostrar su alcurnia y acallar los comentarios en una Corte muy dada al cuchicheo. Un Obelisco de Luxor ordenado por Ramses II que se yergue en la Plaza de la Concordia, antigua Plaza de la Revolución donde rodaron las cabezas de Luis XVI y María Antonieta primero, del mismísimo Robespierre después (el pueblo tenía hambre, la guillotina también).

Casas-barco en el Sena. I. López

París transpira historia por todos sus poros. Otra humedad, la del Sena, riega las calles que pasaron de albergar 500.000 habitantes a 4 millones en un solo siglo, del XVIII al XIX. Por su cauce navegan multitud de bateaux-mouches para recorrerlo a mesa puesta o a secas. Y a su cauce se asoman casas-barco, bares flotantes, restaurantes-barco… y las caras de los parisinos cuando brilla el sol, pues adoran relajarse en las orillas. Mientras hacen yoga o despliegan un picnic. Dicen que más o menos cada cien años la ciudad corre riesgo de inundaciones, por eso vigilan la estatua del zuavo en el Puente del Alma. Cuando el agua llega a sus pies, las vías de las orillas se cortan; cuando sube a los muslos, deja de ser navegable; cuando toca sus hombros es hora de acudir a rezar a la Sainte-Chapelle, por ejemplo, mientras la luz se cuela a través de las impresionantes vidrieras.

El teatro de sombras tuvo mucho éxito entre los parisinos I. López

Montmartre, je t'aime

Hablando de ascender, háganlo hasta el Sacre Coeur en Montmartre. A pie o en funicular. Huyan del ruido dentro del museo dedicado al barrio, donde explican la bohemia historia del rincón preferido por los artistas. Hombres como Toulouse-Lautrec, Picasso, Vincent Van Gogh, Modigliani, Camille Pissarro, Degas... Mujeres como Suzanne Valandon, una de sus huéspedes, otra alumna aventajada que empezó posando para obras ajenas, porque convertirse en modelo suponía ganar en 4 horas más de lo que una obrera ganaba en 12, y acabó firmando las propias.

Montmartre conserva aún el regusto a pueblecito que enamoró a la bohemia I. López

Un remanso de paz donde también vivió Renoir. La paz que una disfruta hasta que desde el jardín del museo escucha aquello de «A ella le gusta la gasolina, dale más gasolina», porque una chica vestida de cheerleader está (adivinen)… ¡grabando! Deambulen por las calles sin prisa. Hasta la 'Maison Rose', café-restaurante popular entre artistas como Maurice Utrillo, Dalí o Ramon Pichot, que lo usó como estudio. Deambulen la ciudad al completo, por los alternativos aledaños del Centro Pompidou, repletos de murales y grafitis, de bares y tiendas de segunda mano. París es infinita, inabarcable en un solo viaje, por eso regresar nunca será una mala idea. A pesar de las vallas, de los turistas y de quienes graban. Pero, por favor, levanten la vista del móvil.

Dónde dormir

El concepto habitación o apartamento con pequeña cocina ayuda a ahorrar; la cocina francesa tiene fama en el mundo, pero no es barata. La cadena NUMA , presente en varios países, cuenta con tres posibilidades en la capital gala: junto a los Campos Elíseos, próxima al Campo de Marte y en la Avenida Bourgain. La comodidad está garantizada, y necesitarás descansar tras el turismo intensivo. Funciona con códigos digitales, sin colas para el checking, aunque con soporte 24 horas por si necesitas ayuda. Dispone de taquillas para guardar la maleta. Y ofrece un espacio moderno, muy cerca del metro, para aprovechar al máximo la estancia.

Datos prácticos

  • Vuelo: Vueling, todo el año desde Bilbao.

  • Transporte público: tarjeta Navigo (metro, autobús, tren), se adquiere en estaciones (instrucciones en las máquinas en castellano).

  • Línea metro desde aeropuerto: 14.

  • Información turística

  • Tarjetas turísticas: Paris Passlib; París Museum Pass

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcorreo La ciudad europea donde todo el mundo quiere grabarse

La ciudad europea donde todo el mundo quiere grabarse