Gorliz renuncia a fumigar el arbolado urbano y aplicará tratamientos sostenibles

Gorliz ha decidido poner en marcha un tratamiento fitosanitario pionero basado en la endoterapia para preservar parte de su arbolado urbano afectado por plagas y hongos. Con esta técnica respetuosa con el entorno se busca conservar varios ejemplares de encina del municipio, algunos de ellos con un alto valor social.

Una inspección técnica reciente reveló el deterioro progresivo de algunos árboles situados en puntos emblemáticos, como el parque de Andra Mari y las plazas de la Iglesia y Artzelu. Los síntomas detectados -manchas en hojas y ramas, sequedad, malformaciones y defoliación- son indicadores de pérdida de vitalidad que, de no tratarse, podría llevar a la desaparición de estas unidades de gran porte.

Ante esta situación, el Consistorio ha optado por un plan de tratamiento basado en la endoterapia arbórea, que se aplicará de forma continuada durante tres años. Esta técnica consiste en inyectar directamente al interior del árbol los productos necesarios para combatir plagas y enfermedades, evitando así la dispersión de químicos al medio ambiente. «Se trata de una solución sostenible, segura para la ciudadanía y los animales, y menos agresiva para los árboles que los tratamientos convencionales, además de evitar que las plagas se hagan más resistentes», explican fuentes municipales.

Las encinas forman parte del atractivo de la localidad. Un ejemplo de ello es el ejemplar ubicado en Andra Mari, que ha motivado incluso que la vía haya sido bautizado popularmente como «la calle de la encina». Este árbol monumental, de más de 15 metros de altura, pertenece a la especie Quercus ilex L. Durante años creció protegido dentro del Caserío Zabala, lo que le permitió desarrollarse sin podas, alcanzando un porte y una salud excepcionales para su especie.

La encina no solo es un referente paisajístico en el municipio, sino que también representa un vínculo con la historia local: árboles como este eran utilizados antaño para construir los cascos de los barcos. Hoy, su presencia se ha convertido en un símbolo natural y cultural que el Ayuntamiento se ha propuesto conservar.

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