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Decir que los logros de Ángel Erostarbe se comentaron en todo el mundo puede sonar a exageración, así que quizá sea mejor buscar un ejemplo ... que resulte ilustrativo: en enero de 1897, el periódico de Coolgardie, una remota localidad minera de Australia Occidental, fue uno de los numerosísimos diarios que publicaron un extenso reportaje sobre el buzo vasco. El texto, sindicado a todo el planeta, se refería a Ángel como «un hombre de espléndido físico» y relataba con sumo detalle y rendida admiración sus inmersiones para rescatar lingotes de plata del pecio del Skyro, frente a la costa de Galicia.
No fue aquella la única aventura de Erostarbe, nacido en Oñati en 1863 y residente durante mucho tiempo en Mungia, pero sí la más audaz y la que le brindó un hueco en la historia: incluso le llevó a figurar en la 'Enciclopedia Británica' como el buzo que había realizado «trabajo útil» a mayor profundidad. Una última cita introductoria: el libro 'The Wonders Of Salvage', un compendio de rescates publicado por David Masters en 1924, afirma del vasco que era «valiente como un león» y que «no temía a nada». ¡Hasta apareció en unos cromos coleccionables de los cigarrillos John Player!
En 1891, el vapor británico Skyro zarpó de Cartagena con rumbo a Londres. El 22 de abril, a cuatro millas de las islas Cíes, tocó una roca de los bajos de Os Meixidos y se fue a pique. Llevaba dieciocho tripulantes y un pasajero, que lograron alcanzar la costa en los botes salvavidas, pero el cargamento de fruta, plomo y plata se fue al fondo. Como se puede imaginar, era esa última parte, los 88 lingotes de plata, la que más preocupaba a los armadores, tanto como para plantearse una operación que se antojaba sencillamente imposible: «Jamás se había recuperado nada de tanta profundidad y parecía improbable que un hombre pudiese ir tan abajo y sobrevivir a la enorme presión», resume Masters. El buque yacía a unos 182 pies, es decir, a 55 metros bajo la superficie, una distancia que quedaba fuera de alcance para aquellos primitivos equipos con escafandra clásica. Pero la plata estaba valorada en 10.000 libras esterlinas, que equivalen a millón y medio de hoy, lo suficiente para arrinconar la lógica.
El primer intento, protagonizado por dos buzos ingleses, concluyó en tragedia: ambos perdieron la vida. A los dos años del naufragio, acometieron la empresa un vizcaíno de Mañaria y un navarro, que a punto estuvieron de correr la misma suerte. Y así llegamos a Erostarbe, que en 1896 tuvo el arrojo de aceptar el desafío en solitario. La profundidad solo era una de las complicaciones: al haberse hundido la cubierta, era necesario ir volando con dinamita partes del barco para abrir un acceso hasta la preciada carga. Según recoge el blog Solopecios, para asegurarse la adjudicación del contrato, el buzo tuvo que demostrar que realmente estaba trabajando en el Skyro: aportó como prueba un plato sopero, que quedó expuesto en la Asociación de Salvamento Marítimo británica.
En dos temporadas y «con infinita paciencia», según destaca Masters, Erostarbe logró recuperar 81 de las 88 barras de metal. Hubo jornadas muy buenas, como aquella tan productiva en la que sacó 22 lingotes. Hubo jornadas muy malas: en una ocasión, permaneció sumergido 40 minutos y, al volver a la superficie, se sintió enfermo y perdió el color. «Bajo cuidado médico, se recuperó pronto. Cuatro días después, retomó las operaciones». Y no faltaron, en fin, jornadas bastante extrañas, como cuando la explosión de dinamita mató a tanto pescado que se recuperó una tonelada y se regaló a los habitantes de Muros. «Ha habido días en que el buzo ha hecho cinco entradas, permaneciendo bajo el agua durante el espacio de 26 minutos cada vez», publicó el diario 'El Áncora'. Los periodistas también hicieron constar que Erostarbe «llevaba con él en sus inmersiones un cuchillo grande y una hachuela, para defenderse de tiburones y pulpos si es preciso».
El propio Ángel solía contar que el éxito de su tarea sacó de la cárcel al capitán del Skyro, de quien se sospechó que había provocado el naufragio después de trasbordar la plata a otra embarcación. «¡Pobre hombre! La misma alegría le llevó para siempre al cementerio. Solo tuvo tiempo para escribirme una carta llamándome su hermano. Hacía llorar a las piedras», relató el buzo en una entrevista que le hicieron ya mayor, cuando pasaba el verano en una clínica de Elorrio para enfermos respiratorios. En aquella conversación, publicada en el periódico 'Estampa', Erostarbe hacía balance de su experiencia con el Skyro: «Se me pagó bien, pero no todo lo que había derecho a esperar, según el riesgo que se corría. Claro que esto lo veo hoy, y más aún cada vez que el asma se me agarra al pecho y me lo aprieta como si fuera a ahogarme». Masters cuenta que recibió 500 libras. Además, le regalaron un cronómetro fabricado con el primer lingote que recuperó, con una inscripción en la tapa tan sucinta como solemne: 'Ángel Erostarbe, diver' (es decir, buzo).
Antes de aquello, ya le había tocado otro rescate delicado. El 3 de noviembre de 1893, el cargamento de dinamita del vapor Cabo Machichaco explotó cuando el barco estaba atracado en el puerto de Santander. Fue la mayor tragedia civil ocurrida en España a lo largo del siglo XIX: murieron 590 personas, incluidas la mayor parte de las autoridades de la capital cántabra. Aún quedaba dinamita en el pecio y el intento de recuperarla provocó otro desastre: el 21 de marzo de 1894, una nueva explosión mató a quince trabajadores. Uno de ellos habría podido ser Ángel Erostarbe, que perdió a tres compañeros: «Debió la vida a la coincidencia de haber caído enfermo de aprensión y tristeza al sacar del fondo del mar mutilados miembros de cadáveres, producidos por la primera explosión», recogió años después el diario 'La Rioja', tras una entrevista con el buzo. «Una vez restablecido de la enfermedad, extrajo del mar 400 cajas de dinamita –continuaba el periódico logroñés–. Hay que advertir que, cuando el heroico Ángel Erostarbe se sumergía en las aguas del Cantábrico, las campanas de las parroquias de Santander avisaban a las gentes para que se retirasen del puerto, evitando los graves riesgos de nuevas explosiones; y que, una vez terminadas las faenas del buzo, las mismas campanas tornaban a dar aviso al vecindario de haber desaparecido el peligro».
De los últimos años del buzo se sabe poco: «Tras acabar su trayectoria profesional, y con sus capacidades físicas muy mermadas por las secuelas de su trabajo, marchó a Madrid con sus dos hijas solteras», informa su bisnieto Germán Erostarbe. En aquella entrevista que 'Estampa' le realizó en Elorrio en 1930, el propio Ángel ponía fecha a sus problemas con los 'congrios', como se refería a los bronquios: 1896, el año del rescate de la plata del Skyro.
También nos topamos con Erostarbe, por ejemplo, en la penosa búsqueda de los restos de los ahogados en el naufragio del bote San Blas , que se fue a pique en 1906, cuando cruzaba la ría hacia Erandio cargado de personas que volvían del Carnaval de Barakaldo. Murieron el botero y ocho pasajeros.
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