Entre plantas y un fortín contra los ingleses
Gorliz (Bizkaia) ·
Gorliz (Bizkaia) ·
Por mayo; es por mayo cuando la 'Armeria euscadiensis' prefiere poner a brillar sus flores rosáceas ante el mar. Lo hace también antes y hasta ... julio, incluso, y a menudo en otoño, pero es por mayo cuando quien la busque tendrá mayores probabilidades de verla florecida. Ya sabemos que puede encontrarse, solo echando pie a tierra y caminando vericuetos, por los acantilados de Jaizkibel, por algunos rincones de la reserva de la biosfera de Urdaibai y también en los acantilados vizcaínos del cabo Billano.
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Por Billano, donde los suelos son, como exige la euscadiensis, de naturaleza silícea, las flores comparten paisaje de oleaje marino, de vigilantes costeros y de fortines antiguos. La euscadiensis es una armeria amenazada y, por ello, sometida a un régimen de protección especial y eso debiera de salvarle de marcharse en un ramillete pero, sobre todo, le ayuda que no hay modo de tenerla en un tiesto en casa. Necesita y quiere el aroma salado y los aires marinos, las tierras vecinas de aquellos, gusta de ver siempre el azul océano y tener tranquilidad para no padecer el estrés que los humanos llevamos a cuestas.
De eso, océano y tranquilidad, hay bastante en el promontorio de Uztrikotxe, que asoma en tierras vizcaínas de Gorliz sobre las rocas blancas que se adentran en el mar ante la preciosa bahía de Plentzia. Como si quisieran proteger a Uztrikotxe las olas baten intensamente sus pies y también las calas de Errotatxu y Azkorri en un tramo de costa bravo y atormentado.
Ningún sitio mejor para plantar un fortín. Allí está el de Azkorriaga, ya arruinado pero conservando entre sus piedras viejas toda su memoria. Quizás por estar tan estropeado le llaman también Castillito roto. Este fuerte se instaló en el año 1775 en lo más prominente del morro rocoso de Uztrikotxe, armado con cuatro cañones, y apoyado por un vigía que estaría, casi seguro, instalado en una atalaya que conserva aún unos muros y un aljibe en la cima del vecino monte Ermua. Azkorriaga era uno de los dos que hubo en Gorliz. Ostondo o Askibil era el otro, era uno de los 64 puntos fortificados que, instalados por el Señorío, vigilaron la costa de Bizkaia.
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Unos y otros se fueron construyendo para prevenir las invasiones desde el mar durante los sucesivos conflictos bélicos, el de Azkorriaga para defensa de las amenazas de la Guerra de la Convención. Pocos dispararon sus cañones salvo para intimidar a algún buque aproximándose a la costa. En poco tiempo, entre 1808 y 1814 durante la guerra de la Independencia, la mayoría de ellos quedaron saqueados y sus cañones robados o arrojados al mar, dejando la costa a merced de la flota inglesa. Azkorriaga se restauró después pero para 1833 estaba de nuevo inservible aunque es uno de la escasa docena que conservan algunos restos. Usando los términos del historiador Alfredo Moraza que los ha investigado, es una «perla de nuestro patrimonio».
Hay más. Bajo las piedras ordenadas de los muros viejos de Azkorriaga las rocas que lo sustentan están ahí apiladas desde hace 120 millones de años en un arrecife de coral que encerró extintas especies marinas como si fueran auténticas cápsulas del tiempo.
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En Uztrikotxe hay todavía unos muros que cuentan aunque no hablan, hay unas plantas que florecen por mayo y un mar que entusiasma de solo mirarlo.
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