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Su nombre delata el origen vasco, aunque Hodei Herreros se reconoce andaluza. Nació en Vitoria, ha crecido en Granada y ahora reside en Bilbao, donde ... acaba de presentar 'El reastre', su primera exposición en la ciudad. Pero no se trata de una recién llegada. Su trabajo goza de gran difusión por todo el país con múltiples proyectos. «Asistimos a una eclosión de mujeres artistas con propuestas muy personales», aduce.
El regreso a su lugar de nacimiento no implica una adhesión a las coordenadas estéticas autóctonas. «Yo vengo de un lugar donde no hay tanto pensamiento sobre las maneras de hacer arte, mientras que aquí con Oteiza, Chillida y Arteleku se ha elaborado un corpus teórico y una conciencia propia, muy vinculada a la construcción de la identidad desde el arte y que sigue presente en la forma de enseñar, de pensar y entenderlo».
Dónde: Anti Liburudenda (Dos de Mayo, 2, Bilbao).
Fecha: Hasta el 21 de junio.
Su propuesta parece hallarse en un territorio fronterizo entre el dibujo y la escultura. «No construyo con manchas, sino con planos y líneas». Los juegos infantiles con 'legos' pueden explicar un modo de construir que recurre a elementos simples y a menudo geométricos. La preferencia por las tres dimensiones constituye otra seña de identidad. «Me interesaba una escultura que fuera cuerpo y ocupara el espacio sin invadirlo, que se hallara en los márgenes, dotada de cierta ligereza, precariedad y una sutileza que no se asocia tradicionalmente con este disciplina».
Cuestiona desde un punto de vista feminista la visión masculina de los materiales industriales poderosos y subvierte la jerarquía entre lo esencial y lo que tradicionalmente se ha antojado accesorio. En su obra, lo ornamental adquiere protagonismo. «Lo reivindico no en clave de género, sino de clase. A partir de la Revolución Francesa pasa a ser relegado al plano de la mujer y sujetos disidentes, se considera inferior y llegan a tacharlo de delito en el arte contemporáneo».
Ella niega la aparente frivolidad de lo accesorio. «Dota de corporalidad a objetos que, de otra manera, serían muy fríos», alega. Quienes se han socializado en la feminidad tienen una relación distinta con el ornamento. «Forma parte de nuestra experiencia del mundo», defiende. «El maquillaje y los abalorios se integran en la cotidianidad de la mitad de la Humanidad y relegarlos supone un autoengaño».
Ahora bien, su creación es radicalmente sobria. «Porque lo trabajo desde un pensamiento estructural, se encuentra en el esqueleto del objeto, no lo concibo como algo barroco o rococó», arguye. El concepto, además, no parte de una racionalidad absolutamente neutra. «Para mí no existe la dicotomía entre mente y corazón, es todo lo mismo». Sus obras nacen de un deseo de forma y en el proceso descubren su sentido. «Parto de mi cuerpo y de mi experiencia cotidiana y mis piezas están recorridas por aquello que a mí también me atraviesa». Usa materiales cosméticos para pintar sus creaciones y dotarlas de corporeidad. La exposición resultante sugiere una instalación en la que los objetos, aunque autónomos, generan vínculos entre sí, tal y como sucede con los seres humanos. «Existe un diálogo que no es obvio y el resultado es un suceso que no sabemos si ha tenido lugar o se desarrollará en un futuro impredecible».
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