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Fran Viñez (Bilbao, 1973) tiene una trayectoria que le da una visión de conjunto de todo el área metropolitana. Entró en el Ayuntamiento de Bilbao ... en el año 2000 y tras ejercer diferentes responsabilidades creó la Oficina municipal de Proyectos Estratégicos, de la que fue coordinador hasta finales del año pasado. Entonces, pasó a ocupar la dirección general de Bilbao Ría 2000. En esta entrevista, la primera en su nuevo cargo, apuesta por que la sociedad pública recupere los brillos pasados. En la década de los 90 y en el arranque de siglo fue un agente esencial en el renacimiento de Bilbao, con desarrollos estelares como el de Abandoibarra; pero en los últimos años ha estado de capa caída.
Además, Viñez quiere que Ría 2000 sirva a las distintas administraciones como foro donde llegar a consensos, ya que en su consejo de administración están presentes los gobiernos español y vasco, pasando por las instituciones locales. Y todas ellas tienen patrimonio e intereses cruzados en muchos emplazamientos a lo largo del Nervión. Por otra parte, el director general cree que puede servir como muleta en la que apoyarse para la planificación estratégica del territorio. Es decir, para saber qué hacer en todos esos suelos degradados junto a la Ría, preparando así el terreno para la Bizkaia de las próximas décadas.
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- ¿Qué necesita más el área metropolitana: pisos para bajar el precio de la vivienda, suelos productivos o parques?
- Todo. Los desarrollos industriales del pasado han dejado heridas, y por eso hay que acometer actuaciones de remediación ambiental. Luego, esos suelos han de acoger nuevas formas de actividad económica basadas en el conocimiento y en el desarrollo de productos y servicios. Y eso es compatible con la realidad residencial en espacios de ribera, con edificar vivienda cerca de la lámina de agua, que también necesita zonas verdes. La mezcla de usos es la clave, y es posible.
- ¿Qué necesita la Ría para recuperar su protagonismo y ser el eje del Bilbao metropolitano?
- Nosotros, como Ría 2000, nos dedicamos a recuperar las riberas, no de la lámina de agua. Pero creo que lo importante es entender que es un medio natural y la seguridad es lo primero. Así que hay que crear entornos resilientes para poder afrontar episodios derivados del cambio climático.
- ¿Cómo se hace eso?
- Por ejemplo, en el parque de Zamalanda hemos dejado espacios de uso, abiertos al público, pero que son inundables en caso de avenidas. También están los tanques de tormentas. Y, sobre todo, atender a las exigencias de la Agencia Vasca del Agua (URA) en cuestiones de cotas en los nuevos desarrollos.
- ¿Qué más hacer para recuperar los bríos de la Ría?
- Entender que todo lo que hagamos debe respetar la flora y la fauna, el equilibrio ecológico de la zona natural. Y, por último, la activación, decidir a qué vamos a destinar los espacios de ribera.
- Ha hablado de actividad económica, pero Bilbao y su entorno no están logrando atraer inversiones empresariales. Y ahí está Zorrozaurre, esperando. ¿No somos atractivos?
- Sí lo somos. Pero la implantación empresarial exige antes la recuperación de espacios, y eso no es fácil. También hace falta colaboración entre administraciones, una visión conjunta. Con todo, Bilbao es atractivo, y más que lo va a ser con infraestructuras estratégicas como el TAV.
- Para gestionar el soterramiento del TAV en Abando se habla de constituir una sociedad entre distintas administraciones. Pero ya existe Ría 2000. ¿Podría encargarse de eso?
- No es mi responsabilidad decidirlo. Puede ser necesaria la constitución de una sociedad o no, hay distintas fórmulas para trabajar. Pero ahí va a surgir una parte de la ciudad muy importante, una zona a desarrollar, y es un proyecto complejo. Ahí sería bueno un liderazgo compartido en su impulso, y esa es una de las claves de nuestra actividad.
- Desde hace tiempo se ve a Ría 2000 como una entidad con más pasado que futuro.
- Creo que tenemos presente y futuro. Ahora llega un momento muy parecido a cuando nació la sociedad, con el surgimiento de grandes proyectos en los que hay varios agentes implicados. Y nosotros tenemos proyectos de territorio, experiencia y capacidad para generar consensos entre distintas administraciones en nuestro consejo de administración (donde se sienta el Gobierno central, el vasco, la Diputación, el Puerto y los ayuntamientos de Bilbao y Barakaldo).
- ¿Cuáles son entonces sus ambiciones a largo plazo?
- Creo que sería bueno que tuviésemos un espacio dentro del desarrollo metropolitano donde ayudemos a consensuar una visión global del futuro. Ya que sabemos pilotar proyectos complejos, y somos espacio de consenso, podemos ayudar a planificar. Creemos que podemos colaborar en que la gente se ponga de acuerdo para afrontar retos.
- En un clima de crispación política como el actual, ¿no es más difícil llegar a esos acuerdos?
- En este consejo de administración el consenso es unánime. A día de hoy las relaciones entre la Administración del Estado y las de aquí son muy buenas. Dan ganas de que la gente pudiese ver en vivo cómo es una de esas reuniones. Es cierto que hay un clima de crispación política, pero aquí se sigue trabajando y se siguen tejiendo consensos. Eso es lo que aporta esta sociedad. Todos nuestros proyectos exigen tener un pie en los ministerios, tener una relación fluida con Madrid, donde el nivel técnico y de gestión es impresionante.
- Usted no es político, pero está rodeado de políticos. ¿Cuánto de mano izquierda y cuánto de pericia técnica hace falta?
- He tenido mucha suerte porque he tenido buenos jefes. Lo que hay que hacer es no marear, plantear las cosas maduradas, y cuando llega la validación de los 'mayores' llega también la legitimidad para trabajar con el equipo técnico.
- En relación a su anterior responsabilidad en el Ayuntamiento, ¿qué hay que hacer para seducir a las empresas para hacer La Nueva Casilla, cuya licitación quedó desierta?
- Seguir trabajando como hasta ahora. La gente tiene que entender que una inversión de veinte o treinta millones de euros cuesta que salga (una empresa hará la obra y luego la explotará durante décadas). Desde que se pensó la Intermodal hasta que se inauguró pasaron nueve años. Son proyectos complejos. Sobre todo, cuando por un lado es una apuesta municipal, pero por otro las empresas que se impliquen tienen que ganar dinero, y no se puede trabajar de espaldas a ellas. Además, hay que tener en cuenta que los sectores cambian, fluctúan, y en el proyecto que hace la Administración hay que ser flexible para adaptarse a esos cambios que pueden llegar.
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