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El reto había sido lanzado el 28 de enero de 1924 en la revista deportiva 'Aúpa'. El periodista y montañero Antonio Ferrer, desafiaba al nutrido ... grupo de montañeros del Club Deportivo que se afanaban en esas fechas por completar el primer concurso de los Cien Montes, propuesto por Antxon Bandrés, primer presidente de la sección alpina de la entidad bilbaína. «Esa cumbre que no han hollado pies humanos, ¿puede ser escalada?». Se refería a la aguja próxima a Orduña (en realidad se ubica en terrenos de Tertanga, Amurrio) que se eleva 834 metros junto a la sierra Sálvada conocida como el Pico del Fraile por su perfil similar a un monje.
El provocativo desafío surtió efecto y un animoso grupo de montañeros se acercó días después hasta la base del picacho en busca de una posible ruta de acceso. Pero lo que vieron les pareció tan complicado que su respuesta fue contundente: «¡Que lo suba Ferrer!».
Sin embargo, uno de esos jóvenes montañeros estudió el esbelto monolito y sus dificultades con otros ojos y decidió que era posible escalarlo. Es Ángel Sopeña, un 'alumno' aventajado de Bandrés de 33 años, socio, como no, del Club Deportivo, que destaca por su ímpetu y arrojo. Se planta a los pies del pico el 9 de marzo y, tras analizarlo, retorna a Bilbao con el firme propósito de convertirse, el domingo siguiente, en la primera persona en escalarlo.
Pero no se lo dice a nadie. quiere ser el primero. La semana se le hace eterna ante los rumores de que otros montañeros planean también subirlo. Por fin llega el fin de semana. El sábado por la tarde, tras salir de su trabajo, se echa la mochila a la espalda y coge el tren de Orduña. Duerme en la estación y el domingo a primera hora, tras oir misa en el Santuario de la Antigua, enfila el circo de Tertanga hasta la base del pico. Se aúpa no sin dificultades a la horquilla que une la aguja con la sierra y llega el momento de la verdad. El desafío de lo vertical se alza ante sus ojos.
Todo es nuevo para él. Lo que hoy en día es una vía de cuarenta metros de dificultad baja (AD) con un paso de cuarto grado inferior como punto más delicado, para Sopeña es un abismo vertical aparentemente inaccesible con un material rudimentario hecho por él mismo que apenas sabe cómo usar. Su relato de la ascensión para el periódico 'La Noche', recogido en su blog por César Estornes, actual responsable de la sección de montaña del Club Deportivo, refleja sus incertidumbres ante lo desconocido, pero también su determinación para lograr el objetivo.
Descalzo hasta la cima
Pronto se da cuenta que las sandalias claveteadas que lleva son más un estorbo que una ayuda y continúa descalzo. El instinto, más que sus conocimientos técnicos, le permite ir superando dificultades. Por fin, a las 11 de la mañana, se alza sobre la cabeza del petreo fraile. Sus gritos de alegría son correspondidos por unos inesperados testigos que han seguido su fatigosa progresión desde la sierra.
Como prueba, deposita en la cima una cajita metálica con la tarjeta que los miembros del Deportivo dejan en las cumbres centenarias. En su trasera escribe un mensaje para quien la recoja: «Alpinista que este bravo risco alcanzas, termina la obra elevando el corazón al Señor. Gloria a Dios en las alturas. Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Pico del Fraile, 16 de marzo de 1924». El hito es el mejor preámbulo de lo que sucedería dos meses y una semana después en Elgeta: la fundación de la Federación vasco-navarra de montaña. Y para Sopeña, irremediablemente inoculado por el veneno de lo vertical, el Pico del Fraile es solo el principio. Poco después llegaría el Diente del Ahorcado, el Naranjo de Bulnes, el Cervino... pero esa es otra historia.
Reconocida la gesta de Sopeña, la pregunta es inevitable. ¿Fue realmente la primera ascensión al Pico del Fraile? Probablemente no. La tradición oral en Orduña hablaba por aquel entonces de un pastor que lo había escalado setenta años antes. Y en Basauri también se decía que un socio del Baskonia, Antonio Lekanda, lo había subido. Pero no existe registro alguno que lo corrobore.
Así que la de Sopeña queda como la primera escalada documentada. Y abre un camino que no tardan en seguir más montañeros. El 13 de abril, Enrique Etxebarrieta repite la escalada y, una semana más tarde, los bilbaínos Leoncio Pildain y Joaquín Izaguirre consuman la tercera ascensión. Horas más tarde, un joven de 20 años de Orduña, Julián Díaz de Lezana, tras escuchar su relato en el pueblo, enfila de la misma hacia la aguja, que escala en 7 minutos.
En cualquier caso, Sopeña inaugura aquel lejano 16 de marzo de 1924 una vía que con el paso de los años ha dado figuras como Pedro Udaondo, Ángel Landa, Josune Bereziartu, Rikar Otegi, Patxi Usobiaga, Iker Pou o Iban Larrion, todos ellos referentes mundiales de la modalidad en su momento.
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