Camila Sosa, escritura y travestismo
Autobiografía. ·
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Autobiografía. ·
Un libro sobre la propia vida pero, ante todo y más que nada, sobre la vocación literaria como una experiencia fundamentalCuando un escritor habla de los orígenes y las causas de la vocación literaria suele apelar a hechos, a sentimientos o a sensaciones que son ... anteriores a su escritura y que desataron esta: «Empecé a escribir porque no me gustaba la realidad», «porque me sentía incomprendido», «porque estaba solo, para acompañarme»… El caso de la escritora transexual argentina Camila Sosa Villada constituye una auténtica excepción. En ella, el proceso fue exactamente inverso. Lo dice de una forma expresa y clara en 'El viaje inútil', un libro autobiográfico en el que el oficio de escribir tiene tanto o más peso que los datos y acontecimientos de su propia existencia. O, mejor dicho, la escritura es el gran acontecimiento existencial del que ofrece toda clase de detalles y reflexiones en estas deliciosas páginas: «…yo primero supe escribir y luego aprendí a estar triste».
La explicación de esta inversión en el orden de uno y otro fenómeno reside en que ese padre alcohólico, intransigente y brutal, del que se fue distanciando de manera dolorosa, fue el que le enseñó a escribir en el propio hogar antes siquiera de que ella fuera a la escuela, de modo que, cuando acudió a esta, llevaba dicha ventaja sobre todo el alumnado. El aprendizaje de la escritura, como el de la lectura, en la que después inició a la autora una madre tempranamente traicionada y abandonada por ese infiel y desastroso marido, constituyen dos momentos mágicos de celebración en esa niñez traumática que discurrió en el seno de una familia disfuncional y en unos escenarios desoladores. De la localidad argentina de Córdoba, en la que nació la propia Camila con el nombre de Cristian Omar, su padre trasladó a su familia a un sórdido caserón situado en un pueblo aislado en medio del campo llamado Los Sauces, donde carecían de agua corriente y luz eléctrica. Ese traslado forzoso supuso una trágica vivencia de soledad compartida. A las carencias físicas relacionadas con las necesidades más básicas se sumaban otras que sufrió de un modo dramático el niño que ya empezaba a dar muestras de su particular naturaleza: la ausencia tanto de libertad como de cines, amistades, librerías, heladerías…
'El viaje inútil' es ante todo un libro sobre la escritura, sobre el surgimiento de esta como la erupción de un volcán. Y ese hecho se percibe en cada una de las páginas escritas en una directa y franca primera persona, carente de la menor afectación o teatralidad. Camila Sosa es un diamante en bruto. Y este texto es de una sinceridad descarnada, pero nada exento, por otra parte, de ternura.
De su azarosa vida ya nos había hablado en la novela con la que irrumpió en la escena literaria internacional, 'Las malas', pero aquí abandona totalmente el salvajismo 'genetiano' de aquella obra de tintes autobiográficos para adentrarse en la íntima relación con su familia; con su infancia; con el hogar roto y pobre; con la tristeza y la soledad de aquellos primeros años de su vida; con lo que vino después; con la prostitución y también con el teatro, en el que, pese a sus triunfos, no acabó de encontrar un papel a su medida; con la propia escritura, que fue antes que nada y donde sí encontró una voz propia a la vez que unas autoras que la marcaron: Carson McCullers, Marguerite Duras, Wislawa Szymborska…
En un conocido poema titulado 'Antífona', que Manuel Machado escribió en su etapa de formación (varias fuentes lo sitúan hacia 1909) y que remite de manera explícita a una juventud golfa de tablaos y lupanares, coplas y vino, el autor sevillano identifica el oficio de poeta con el de la prostitución. De hecho, dirige sus versos directamente a una 'hetaira' de su tierra: «¡Bah! Yo sé que los mismos que nos adoran/ en el fondo nos guardan igual desprecio./ Y justas son las voces que nos desdoran.../ Lo que vendemos ambos no tiene precio».
Camila Sosa Villada va algo más lejos. Relaciona directamente escritura y travestismo profundizando en esa condición asocial de la vocación literaria que no pretende la respetabilidad de otras profesiones y oficios: «Para mi familia no debe haber existido profesión más inútil que la de la escritura. Escribir no da dinero, no compra autos, no construye casas, no se va de vacaciones, escribir no es más que perder el tiempo, lo único que se tiene. La pérdida» (página 25).
Ese audaz, pero no gratuito, salto de símiles -el de la poesía con el lenocinio y luego con la experiencia transexual- da fe perfectamente de la distancia cultural y sociológica que media en el siglo que separa a ambos autores y a ambas épocas.
Ibon Zubiaur
La República de Weimar, el convulso ensayo democrático alemán de entreguerras, dio pie a un protagonismo femenino inédito en múltiples ámbitos («por primera vez, son la contrapartida libre del hombre urbano»). Fue uno de los mayores avances que truncó el nazismo y no se apresuró en recuperar la República Federal. Esta antología reúne textos de dieciocho autoras, algunas traducidas tarde o temprano al español (desde Erika Mann e Irmgard Keun a Masha Kaléko o Gabriele Tergit), otras olvidadas hasta en Alemania. Entre la refrescante variedad, prevalece un estilo libre de pretensiones, una suave ironía, y una atención precisa a los detalles de la nueva vida moderna y su potencia narrativa: el tranvía, el cine, las máquinas expendedoras, los trabajos de oficina o en el extranjero. Se despliega un abanico de mujeres empoderadas y resueltas que viajan, conducen, beben, que por supuesto trabajan, viven solas, y aman a hombres o a mujeres sin necesidad de dar explicaciones. Tanto la selección como las traducciones son excelentes y transmiten una efervescencia ajena a la solemnidad que no aspiraba sino a hacer justicia a ensayos, aventuras, contradicciones y opciones vitales a explorar. El Bubikopf (lo que en España se conocería, en versión francesa, como «peinado a lo garçon») brinda título y símbolo a esa apuesta por la frescura, la autonomía y hasta el desafío, que no ha perdido nada de su actualidad a un siglo de distancia.
Iñaki Ezkerra
En 'Ala de cisne', Luis Alberto de Cuenca reúne 42 poemas escritos entre 2022 y 2024 que abordan diversos temas, desde las evocaciones infantiles de carácter intimista, que justifican el título del libro (el apodo que arrastró en vida el escritor danés Hans Christian Andersen) hasta las composiciones de tono culturalista que, siguiendo la tradición de Manuel Machado, aparecen dedicadas a famosos lienzos pictóricos, como el 'Tránsito de la Virgen' de Mantegna, en la última de las siete partes en las que se divide el volumen y que se titula 'Políptico del Prado': «Belliniano y bellísimo, lo eligió Eugenio D'ors/ como cuadro a salvar de un incendio hipotético…».
Escritos todos los textos en un verso libre que presta gran cuidado a la métrica y a las acentuaciones para marcar la cadencia rítmica, hay tramos en los que se impone un tono reflexivo y prosaico mientras otros presentan un inspirado lirismo, como los que se centran en la cuestión amorosa. Así sucede con los de la primera parte de la colección, titulada 'Firenze, 1970', en la que el poeta evoca lejanas rupturas sentimentales y un viaje a Florencia al que le invitó su padre para curarle de la melancolía en la que le había sumido un desamor: «Muchas gracias, papá, por lo que hiciste/por mí, que estaba roto, hecho pedazos…». A esas piezas nostálgicas le siguen de una forma inmediata otras de una plenitud erótica, lúdica e inscrita en un tiempo presente que conjura el temor a la muerte: «…el corsé, que tanto envidio/porque se pega a ti como si fuese/ un ser vivo».
Julio Arrieta
¿Qué es un mapa? La respuesta a esta pregunta no es tan fácil como parece. De hecho, un historiador de la cartografía llamado John Harwood Andrews se tomó la molestia de recopilar todas las definiciones del término 'mapa' documentadas en libros y diccionarios desde el siglo XVII hasta 1996 y le salieron 321. «Lo que hoy entendemos como mapa procede de una concepción bastante moderna y aún hay un gran debate que gira en torno a cómo podemos definir un mapa de manera completa, sin dejarnos nada atrás», escribe el historiador Kevin R. Wittmann, cuya línea de investigación principal es precisamente la historia de la cartografía vista desde la historia cultural y de las mentalidades. Wittmann recoge el logro presumiblemente extenuante de Andrews en la introducción de 'Orbe medieval. Mapas y cultura en la Edad Media', un atractivo y cautivador estudio de la evolución de la representación gráfica del espacio geográfico que supera de largo los límites cronológicos que apunta su subtítulo -se remonta a la prehistoria y se detiene mucho en la Antigüedad-. Wittmann tampoco se limita a contar cómo evolucionó la forma de representar el mundo durante la Edad Media. El libro no es una sucesión de logros técnicos, sino que usa esa evolución, ese recorrido, como una hoja de ruta para explorar el conocimiento y las mentalidades medievales y exponer las visiones del mundo que se tuvieron en unos siglos que fueron de todo menos oscuros.
Eduardo Laporte
Si Iñaki Uriarte «nació en Nueva York, es de San Sebastián y vive en Bilbao», de José Luis Cancho se podría decir que nació en Valladolid (en 1952), sobrevivió a su propia muerte, sus ciudades favoritas están atravesadas por canales (Venecia, Hamburgo, Ámsterdam), vive en San Sebastián y su localidad favorita del País Vasco es Hondarribia.
El episodio referido, las torturas y coacciones sufridas por parte de la Brigada Político-Social en los últimos coletazos del franquismo, lo contó Cancho en su muy recomendable novela autobiográfica 'Los refugios de la memoria', editada también en papeles mínimos. Ambos libros comparten una mirada, una ironía, una antisolemnidad y un aliento genuino que resulta adictivo. En ambos se evita el ruido y la palabrería, pero sin caer en la racanería expresiva. Si en 'Refugios…', Cancho se proponía «escribir como un muerto», es decir, ser certero en el relato de su vida, en 'El murmullo de los otros' se propone incorporarse «al corazón de las cosas» que le rodean. Y para ello se vale de la contemplación, de una mirada sometida a un centrifugado de chácharas, liberada del zumbido de la actualidad, que puede entregarse a las sutiles pero nunca decepcionantes alegrías cotidianas.
Así, Cancho hace buena una reflexión de uno de los muchos autores citados en este diario íntimo pero abierto a los otros, a su murmullo, a sus iluminaciones. Como esta de Maurice Blanchot: «El diario es el ancla que raspa contra el fondo de lo cotidiano». Un Blanchot que también señala que el «interés del diario reside en su insignificancia», es decir, en el abordaje de asuntos menores pero, al mismo tiempo, vitales.
Y ese es otro de los aciertos de este breve pero rico libro, el de asumir su condición ligera pero promisoria. Como es ligera y promisoria la lectura un día cualquiera en el sofá de casa, un día oscuro de enero, que permite asistir de pronto al espectáculo del sol abriéndose paso «entre las densas y cerradas nubes». Pequeños éxtasis de la petite vie, como el primer baño de la temporada, que el autor denomina «instantes de beatitud».
Karmelo C. Iribarren, que se pasea también por estas páginas, dijo de Cancho que tenía trazas de «sabio chino». Y algo de esa sabiduría de quien ha renunciado a ciertas servidumbres actuales se impregna en las páginas de este libro. Si bien son recurrentes las citas y alusiones a otros libros y escritores (Cancho reconoce su «cititis», en un neologismo del también diarista José Antonio Llera), el diario deja el poso de esa sabiduría que, curiosamente, no se ha alcanzado tanto con los libros como con la introspección y una vida ejercitada en libertad, como una obra de arte en sí misma.
«Restringir tus necesidades para ensanchar tu libertad» es un emblema que Cancho comparte en este diario luminoso cuya lectura nos acerca a unos instantes de beatitud para los que no hace falta ser santo.
Pablo Martínez Zarracina
Roberto Saviano comienza este libro dirigiéndose a un adolescente que estudia en el instituto Díaz de la ciudad de Caserta y que es él mismo. Se trata de una interlocución imposible que busca orientar al muchacho: «darle un mapa, decirle lo que he aprendido, señalarle las trampas, los callejones sin salida, avisarle de que el camino más corto no siempre es el más seguro, ni el más largo el más justo».
La brújula que el autor ofrece es eminentemente política y se traslada a las manos del lector, dando por hecho que se trata de «alguien que siente que no encaja y vive como a contracorriente». La descripción se pretende inclusiva pero remite a la juventud. 'Grita' es uno de esos manuales veloces y enfáticos que invitan a los jóvenes a cuestionar lo establecido e intervenir en la discusión pública. Dentro del mismo subgénero, su antecesor sería '¡Indignaos!', el libro de Stéphane Hessel para la generación que se politizó en la crisis de 2008. Sus inmediatos antecesores, los jóvenes del cambio de siglo, tuvieron más suerte con las 'Cartas a un joven disidente' de Christopher Hitchens.
El libro de Saviano es extenso y se organiza en breves capítulos. Un suceso histórico propulsa en cada uno la reflexión directa sobre un tema candente: desigualdad, propaganda, identidad, xenofobia, censura… Saviano glosa en cada capítulo la figura de un gran personaje, que puede ser una inspiración por el lado del valor y el compromiso o una muestra de lo peor del género humano. Los primeros componen un catálogo vibrante que va desde Hipatia de Alejandría a Anna Politkóvskaya y pasa por Giordano Bruno, Zola, Martin Luther King, Pasolini o Jamal Kashoggi. Entre los segundos, aparecen Goebbels o el locutor de radio ruandés que mezcló el odio con el humor para lanzar a los hutus contra los tutsis. Saviano combina con viveza la historia con la actualidad y puede saltar de la persecución estalinista a Anna Ajmatova al incendio de la torre Grenfell en Londres. Lo hace de un modo que renuncia a la profundidad y persigue la emoción, el estímulo.
Aunque por debajo del texto hay un conflicto que tiene que ver con la recomendación de una ética, o sea, de una vida buena, que al autor le ha llevado a vivir perseguido y amenazado por la mafia. Es probable que para el lector adulto lo más interesante del libro sea esta contradicción que Saviano resuelve consagrando lo individual a lo colectivo. «Las esperanzas de aquel Roberto -el estudiante del Diaz- se han desvanecido para siempre», escribe en unas emotivas páginas finales. «Pero, a lo largo del camino recorrido, solo en la lucha me he sentido hombre, solo en la lucha he experimentado un sentido profundo de pertenencia al género humano».
Elena Sierra
Una chica obsesionada por una antigua amiga y que se autolesiona. Otra que nunca sabrá su verdadero nombre, que entra en pánico cuando ve o imagina hormigas, que necesita masturbarse como 'recarga', que apenas come. Y una tercera que sabe que existe porque hace daño, o que existe para hacer daño, y lo intenta. Son tres adolescentes que llevan toda la vida en el borde. A veces caen de un lado -y pasan una temporada en el 'loqueródromo'- y a veces van tirando en sus entornos familiares. Excepto una de ellas, la que habla de cristales, de oír el clac, la que puede transformarse en un monstruo de repente. Pero eso se va a saber a medida que se avanza en la lectura. Vamos intentando entender qué les ocurre. Es imposible alcanzar un relato completo, ni ellas pueden, ni sus terapeutas ni sus familiares. Con la enfermedad mental solo se puede realizar una aproximación.
Y es lo que hace, muy bien, el escritor murciano Ginés Sánchez, autor de novelas como 'Lobisón', 'Entre los vivos' y 'Dos mil noventa y seis'. Sigue los pasos de estas chicas el día que se fugan y están más al borde que nunca. Dañan y se dañan. Bailan, se ponen guapas, se graban, por un momento parecen tres adolescentes con un plan festivo, pero en realidad todas se vigilan, hay miedo, ataques, fundidos a negro y delirios de grandeza. Por ahí se cuela el recuerdo de una madre, de un padre, de los hermanos. Hay mucho dolor. Hay poca esperanza. Buena literatura.
Jon Kortazar
José Luis de la Granja se ha destacado como un eminente conocedor de nuestra historia, en su vertiente social desde la II República, y de la realidad política del País Vasco. La fotografía de la solapa de este libro lo muestra con el birrete académico e indumentaria universitaria, lo que llevaría a pensar que la obra promete un trabajo investigador. Sin embargo, 'La Euskadi Contemporánea. Historia y Política' quiere ser una transmisión de su sabiduría. Reúne una serie de artículos, sesenta y cuatro en total, que aparecieron en prensa, de manera destacada en EL CORREO, así que la perspectiva que se adopta busca la comunicación directa con el lector.
Desde 1991 hasta 2022 José Luis de la Granja Sainz ha dedicado parte de su tiempo a presentar en prensa y comunicar las certezas de la investigación que ha mostrado en los libros. Lo más significativo de esta aportación consiste en acercar al público lector no especializado la gran historia de este país a través de una obra que ha creado un tapiz unitario, un libro que huye de la dispersión y compone las piezas alrededor de una idea fuerza, la de la memoria, que se analiza en distintas épocas: la de la Guerra Civil, la Dictadura de Franco, el sufrimiento bajo ETA, el relato de la Transición… Así se crea un gran fresco que mantiene dos polos de creación: la atención del autor a los grandes acontecimientos del país, tratados con una prosa analítica y cercana, y la defensa de la historia como gran narradora de nuestro tiempo.
Iñigo Beraza
Los grandes acontecimientos de la historia han dejado una huella profunda en la literatura. Sin embargo, la representación literaria del Genocidio de Ruanda ha sido escasa y, en general, con poca repercusión. Ha sido el cine, con la excelente película 'Hotel Rwanda', el que ha dado mayor visibilidad a esta tragedia. En su segunda novela, 'El jacarandá', Gaël Faye -nacido en Burundi, de padre francés y madre ruandesa, y criado en Francia- más conocido por su faceta de cantante de rap y hip-hop, ofrece un retrato lírico y sensible de los últimos treinta años de la sociedad ruandesa. Cuando un autor escribe sobre un tema que remueve sus entrañas, es difícil ser objetivo. Aquí lo consigue.
Un joven francés llamado Milan regresa a Ruanda, tierra natal de su madre, en busca de respuestas sobre su identidad y su historia familiar. Su madre opta por el silencio, negándose a reabrir las heridas del pasado. A través del testimonio y vivencias de familiares y amigos, Milan reconstruye fragmentos del conflicto y del alma colectiva de un país dividido entre hutus y tutsis. Aunque la trama no es especialmente original, cumple su propósito: acercar al lector al proceso de duelo, memoria y reconciliación de una población marcada por el horror. El título hace alusión a un árbol típico de África Central, símbolo que va cobrando fuerza a medida que avanza la narración hasta convertirse en una metáfora de la vida, la pérdida y la esperanza.
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