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Tony Ann en su primer parlamento Óscar Cubillo

La clásica popular de Tony Ann llena el Arriaga

El virtuoso pianista chino-canadiense se mostró accesible con su onda minimalista y se empeñó en vendernos su LP zodiacal en vinilo, no para oírlo, sino para usarlo como decoración

Viernes, 6 de junio 2025, 01:10

Se agotaron las entradas con mucha antelación para ver este jueves en el Arriaga al pianista chino-canadiense Tony Ann, un acuario de 31 años. Había cantidad de jóvenes, y mucha gente que no sabía llegar a sus localidades, como si no hubiera estado nunca en el teatro. Todos estaban ansiosos por oí la música minimalista de Tony Ann (mucho más vivaz que la de Ludovico Einaudi), con alto porcentaje de clásica (sí, era clásica porque hubo un momento entre tema y tema en que se oyeron toses contagiosa por doquier), de bandas sonoras (lo que estudió en la escuela, además de compositores clásicos y sobre todo su favorito, Beethoven, por quien deseó componer música al piano, nos explicó esta tarde de jueves) y de pop (gradaciones tipo Coldplay o The Windmill, y un tema cantado que fue lo menos interesante de la cita: la emotiva 'Something I Could Never Be', con la voz pregrabada del neoyorquino Wrabel).

El popular Tony Ann visitaba Bilbao por primera vez (de Bilbao halagó a la gente maja y consideró positivamente su comida, su arquitectura y el Guggenheim, que definió como inspirador, y luego de España en general elogió la comida deliciosa y el vino también delicioso) dentro de una gira de nueve fechas (Gijón el martes 3 de junio, Bilbao, Pamplona, Madrid, Lla Coruña, Valladolid, Málaga, Valencia y Barcelona el 28 de junio), y ofreció un concierto de 17 piezas en 89 minutos.

Aunque fue un recital, o sea actuó él en solitario, con un piano de pared como los que prefería el jazzman loco Thelonius Monk, el chino-canadiense usó pregrabados para incrementar el sonido (el citado cantante, una orquesta en el epílogo, más algunos efectos electrónicos), y además animó la estética del escenario desnudo mediante una pantalla de fondo y además con visuales que le agigantaban tocando el piano, por ejemplo con una cámara cenital sobre sus diez dedos y las 88 teclas del piano.

Tony Ann visto desde un palco. Moreno Esquibel / Arriaga

No fue un concierto de clásica envarada, ni una pachanga populista, y la profundidad de su estilo fue mayor de lo que se podría prever por su virtuosismo. A modo de prólogo Tony comenzó con 'Rain' y su épica a lo Coldplay, y en su primer parlamento explicó que habría varios pasajes y que progresivamente la música crecería en lo cromático y lo épico, sí. El primer capítulo cursó a la sombra de Ludovico Einaudi ('Time', 'Reminisce', con los picos de una cordillera en la pantalla de fondo), y contuvo el mejor tema del repertorio, 'Pulse', de un virtuosismo popular que lo engarzaría con Richard Clayderman, dicho sea positivamente.

Se volvió a levantar y a coger el micrófono y presentó la siguiente terna, «con un tema más rápido, otro lírico y más lento, y la que creo es la mejor melodía de ese disco», dijo en referencia a '360º', opus inspirado en el zodiaco y del que en el Arriaga espigó 'Aries' y 'Tauro', a lo Ludovico ambas piezas, y una melodía epidérmica como fue la de 'Piscis'.

Seguidamente presentó dos covers o versiones, y casi se le olvida citar el tema pop que fue la sima de la cita. Las dos versiones fueron la peliculera 'The Interstellar Experience', minimal y circular vía Einaudi, y tan una veloz como el bilbaíno Jon Antón (óiganle, él también merece ser una figura mundial, por ejemplo por 'VII', su obra conceptual instrumental sobre los siete pecados capitales) revisión del 'The Final Countdown' de Europe (la presentó con misterio, sin decir el título: «una sorpresa, de los 80, un rock, de un grupo sueco, y no es Abba»).

En la versión de 'Interstellar'. Moreno Esquibel / Arriaga

Ya en el epílogo, sin bis, contó que está en la música desde los 12 años y lo de sus influencias de la música de cine y de Beethoven, y dijo que llegaba su parte favorita del concierto, «porque hay una orquesta». Lástima que estuviera pregrabada y falsificara esa profundidad a la que nos referíamos antes y se torció la línea ascendente. Hubo más reflejos de Einaudi ('Lost', 'Grief'), paró el recital para anunciar que al acabar estaría en el lobby sacándose fotos, firmando autógrafos y estrechando manos de los espectadores, y prosiguió con la etérea y entre nubes en pantalla 'Icarus', con violines pregrabados, y con la virtuosa y veloz nuevamente tipo Jon Antón 'Desire'.

Y, aún en el epílogo, tras animarnos a comprar merchandising, entre otros artículos su LP en vinilo de '360º', que salió en febrero (enseñándonos la portada dijo como un charlatán de feria: «la gran pregunta es quién tiene hoy en día un tocadiscos…, yo no tengo tocadiscos, pero sirve como adorno para quien necesite decorar, es como una pintura»), y terminó con 'A rush of life'. Y la gente le ovacionó en pie, un público que llegó expectante, que atendió silente y respetuoso al recital (las dos piezas que más ovacionó fueron la óptima 'Pulse' y la celebérrima y reconocible 'The final countdown'), y que se mostró muy poco expresivo (el público, ¿eh?, no el simpático Tony Ann, más majo que James Rhodes por ejemplo, quien no permitió hacer fotos en su recital en el Arriaga, mientras que el canadiense nos dijo que podríamos hacer lo que nos diera la gana, y cuyo repertorio es más popular, que no populista, que el del inglés, más hermético, más de 'clásica').

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